miércoles, 28 de mayo de 2014

Maria de Correnche

Una semana después seguía sin encontrar a Lilia, nunca habíamos pasado tanto tiempo separados, ahora era María de Correnche, había huido de la guerra, había conocido a André en mi fuga, por desgracia él había muerto para salvarme, me había dejado su medalla y me había hecho prometerle que encontraría a Lilia y se la daría, esa medalla llevaba generaciones en su familia, así que esa era mi motivación, iba de aquí a allá buscándola, hasta que por fin encontré a Poncho, era claro que el no me reconocería, había estado entrenando las personificaciones durante cinco años y ahora era excesivamente buena en ello, lo encontré en una cantina mientras caminaba mirando de reojo y al verlo entre apresuradamente y me dirigí a la mujer junto a él.

-¿Lilia?- pregunte esperanzada, aunque sabía bien que no era ella.
-no- contesto la mujer y salió del brazo de un hombre de la barra.
Saque la medalla y comencé a jugar con ella en mis manos.
-¿Que va a querer?- pregunto el cantinero y yo voltee a verlo indecisa.
-Dele Ron- Le contesto Poncho, el cantinero me sirvió y regreso al otro lado de la barra, yo agradecí la copa y tome la copa entre mis manos sin beberla.
-¿Quién es esa Lilia? - preguntó Poncho mirando mi medalla y le conté aquella historia que había venido relatando.
-Era un hombre muy valiente, quizá el más valiente que haya conocido- Me aseguró Poncho.
-¿Lo conoció?- pregunte fingiendo sorpresa.
-¡Sí! vaya que lo conocí, ese hombre detuvo a un ladrón en mi cantina, jaja, parecía inofensivo pero con un par de cervezas encima se transformaba , jaja ¡Que hombre aquel!-
-¿y Lilia? ¿conoce a Lilia?- pregunte con los ojos muy abiertos.
-Lilia... le prometí que si algo llegase a pasar la cuidaría con mi vida, el hubíera hecho lo mismo por mi familia...- el tono en que lo dijo no me gusto.
-¿Qué pasó?- pregunte triste, aun en el rol de María.
-La joven era muy nerviosa...- Dijo justificándose.
-¿Era? ¿Cómo que era?- Volteo a verme con los ojos vidriosos.
-Salió de noche, intenté detenerla pero estaba desquiciada, gritaba ¡André! ¡André! creí que regresaría por la mañana, pero no lo hizo, no sé donde pueda estar- sentí una gran cólera, si hubiera sido André le hubiese roto la cara, pero era María.
-Lléveme a donde vive por favor, comenzaré a buscar desde ahí, debo hallarla, lo prometí- Le pedí conteniendo mi furia.
-Claro muchacha, vamos ¡vamos! - Dejo un billete en la barra y salimos a prisa, corrimos un motel no muy lejos de ahí, abrió la puesta y su mujer lo recibió gritando ¡Regreso! entramos y él abrió la puerta de la habitación, Lilia lloraba desconsolada.
-¡Lilia!- grite y la abrace fuertemente.
-¿María?- pregunto cuando la estreche entre mis brazos -Ayer escuche lo que había pasado, tú eres María ¿no es así?-
-Así es- Le conteste.
-¿Dónde está? ¿Dónde está su medalla?- La saque de mi bolsillo y se la di, las hijas de Poncho estaban en la habitación con ella dándole consuelo por la muerte de André.
-Hola María, yo soy Amber y ella es Daniela- Se presento Amber afable.
-Mucho gusto María- Me saludo Daniela.

Luego me ofrecieron comida y hospedaje y sin nada que perder acepte quedarme con ellos.

María era un personaje que había usada antes, María de Correnche, darle continuidad a los personajes era parte del camuflaje, lo hacía más creíble.

Poncho tenía una gran familia y su único hombre de confianza estaba muerto, pero María no era una chica común, tenía una gran fuerza y voluntad en su macizo cuerpo, conseguí trabajo en la cantina como mesera y comencé a ayudarle con las cuentas.

lunes, 5 de mayo de 2014

La fuga

Anduvimos hacia el sur por cinco años, siempre cambiando de identidad, siempre cambiando de historia, hasta que finalmente llegamos a la frontera de los dominios de Bancáras, tomo mucho más tiempo recorrer todo aquello del que me había tomado derrotarlos, por todas partes se hablaba de aquel demonio llamado Ocaso, algunos decían que se trataba de un hombre tremendamente fuerte y alto que hacia estremecer la tierra con sus pisadas, otros afirmaban que era un pequeño duende cuya peste desmayaba a sus contrincantes, llegue a conocer a algunos sobrevivientes, todos los que recuerdo estaban desquiciados, pocos tenían la capacidad de entablar una conversación y ninguno sabia del todo lo que había ocurrido.

Había comenzado a pasar por mujer unos 2 años atrás, fue la primera vez que Marc fue mujer también, para darme animo, intercalamos papeles desde entonces, a veces amigas, a veces primos, distintas personalidades, rasgos, gustos, normalmente imitados del último lugar visitado.

La guerra había terminado, por ello me extraño tanto ver soldados desfilando hacia el sur, Marc y yo éramos en ese momento Lilia y André, yo era André, al ver a los soldados mi corazón se acelero, esperaba que mi complexión hubiera cambiado lo suficiente, ciertamente había subido de peso, era más alta y portaba un delicado bigote, típico en los alrededores, los murmullos no se hicieron esperar. La guerra comenzaba de nuevo, irían por mas territorio, se extenderían al norte también. nos había tomado cinco años llegar hasta ese punto, pero ahora no podíamos salir, porque afuera estaría la guerra.

Los lugareños entraron en pánico, había vuelto la guerra y el Ocaso llegaría con ella, nosotros también nos fugaríamos, escondí a mi nerviosa hermana Lili en el lugar donde nos hospedábamos y salí por unos tragos, éramos extremadamente apegados a nuestros personajes, reaccionábamos con forme a la personalidad que inventábamos, tome un par de cervezas en la cantina de siempre, el ambiente era tenso...

-¿Qué piensas hacer André?- Me pregunto Poncho, el cantinero.
-No sé, esto me pone los nervios de punta- dije pidiendo otra cerveza.
-Yo me voy esta noche, huiré al norte, estos soldados tomarán la ciudad de base, hay que irnos mientras podamos- Asentí con la cabeza y tomé un trago hondo.
-¿A qué hora y dónde?- En la puerta de atrás a las once. Me acabe mi cerveza y regrese con Lilia.

Lilia y yo habíamos desarrollado una serie de códigos escritos para comunicarnos, decidí usarlo, Poncho confiaba en mí por una buena razón, mi excesiva protección con Lilia, él tenía esposa y dos hijas, teníamos más posibilidades juntos que por separado, y si algo salía mal nosotros daríamos la vida por ellas.

Usamos una sabana de mochila llevando lo menos posible, un poco de comida y ropa, apenas me asegurara de que Poncho y su familia estaban a salvo nos iríamos.

Llegamos puntuales, Poncho nos esperaba, su familia estaba ya en el coche, me dio una escopeta y municiones, esto tenía que ser rápido y discreto, así que tomamos ruta por los sembradíos, esperando que la noche nos ofreciera protección, anduvimos por cerca de una hora cuando comenzó a temblar, por suerte nos encontrábamos entre la caña de azúcar, no éramos blanco de nadie, Lilia perdió los estribos, las demás intentaron calmarla, pero de su boca salió una palabra que nos escandalizo a todos... Ocaso...

Detuvimos el auto, esa era una de las tantas historias, todo llego a mi mente muy pronto, nunca antes se me había ocurrido que fuera posible que yo no fuera la única, catorce... debían haber al menos otros trece y si eran la mitad de letales que yo debíamos huir pronto, estábamos rodeando por los sembradíos para no ser vistos, pero no había tiempo suficiente, ese había sido solo la advertencia, teníamos que salir antes de que atacaran en serio.

-Hacia Correnche ¡Ya!- Correnche era el pueblo vecino, estaba lejos aun, ir allá en línea recta era nuestra mejor alternativa y así lo hicimos, creí que estábamos a salvo ahí, pero me equivoque.

Nos detuvimos a cargar gasolina, escondí la escopeta en mi gabardina y baje del coche... no habíamos terminado cuando comenzó a temblar de nuevo, sucedió muy pronto, le hice señal a Poncho de que se fuera, de inmediato encendió el motor y arranco, Lilia volteo a veme por la ventana, le mande un beso y ella lo tomo. Esa era una señal, aprovecharía este enredo para cambiar de identidad, corrí hacia el carro de atrás, los pasajeros estaban abrumados por el temblor, los hice bajar mostrando mi escopeta, robe el coche y hui.

sábado, 3 de mayo de 2014

Nueva identidad

Al día siguiente abrimos las mochilas para sacar comida y encontré una nota.

"Cuando termines de leer esto quémalo. Iban a matarte después de la fiesta, no podía permitir que entraras o todos conocerían tu rostro, mantener tu identidad oculta será lo único que te mantendrá con vida, que nadie nunca sepa quién eres."

Mi identidad siempre había sido un misterio, en mis primeros años de vida nadie se había interesado mucho por mí, nadie excepto el General, él decía que el misterio era parte de la protección, como el camuflaje, por eso todos mis instructores me habían llamado catorce, era un número consecutivo, no sabía a qué se referían los otros trece. Los únicos que conocían mi nombre eran mi padre y mi hermano.

En realidad todos creían que ocaso era un hombre, el general me había dado instrucciones precisas de no ponerlo en tela de juicio, todos, incluso mi hermano creían que yo era hombre, hasta que le dije mi nombre y con el mi sexo, nunca le dije a mi padre que se lo había contado a mi hermano, pero creo que de alguna forma se dio cuenta.

Queme la carta aun antes de que mi hermano pudiera leerla, la carta era para mí únicamente, aun así le dije lo que habían escrito en ella, desayunamos en silencio, en las mochilas había un cambio de ropa para cada uno, nos cambiamos y quemamos la ropa también.

Había un secreto que compartía solo con mi hermano, ni mi padre lo sabía, pero cuando logre disminuir mi alcance de voz comencé a practicar hasta que un día con ayuda de Marc fui capaz de hablar, fue algo curioso que Marc aprendiera a hablar también, el General me enseño que los secretos unen a las personas, así que Marc y yo guardamos en secreto nuestra capacidad de hablar, fue entonces cuando nos convertimos en hermanos.

Fue así como salimos con el resto de comida en los bolsillos y comenzaos una nueva vida como Alexander y Rene, los hermanos Green.

jueves, 1 de mayo de 2014

El día del regreso

El carruaje me llevo a la cabaña en la cima del monte Cronio, mi hogar, allá me esperaba el pequeño Marc que ya no estaba nada pequeño, cuando lo abrace mi rostro quedo en su pecho y para mirarlo a los ojos tuve que levantar la cara.

-¿Donde está el General Máximo? Esperaba verlo- Le dije a Marc confundida.
-y lo veras, pero primero tienes que ducharte y cambiarte, anda, todo está preparado-

Marc me informo que se había preparado un banquete en honor a los guerreros que volvían con la victoria y que todos querían conocer a Ocaso, la leyenda, me aliste y Margaret mi nueva asistente de imagen termino de arreglarme.

Marc me esperaba en el carruaje que nos llevo a Palacio, estaba emocionada, sería la primera vez que  me presentará en sociedad, pero antes de entrar fui noqueada, debía haber sido alguien tremendamente hábil, no tenía idea quién.

Tiempo después desperté en prisión, conocía el lugar, era la prisión de Hanger, una de nuestras tantas conquistas no muy lejos de mi hogar en los alrededores de la capital, vi a mi hermano consiente en la celda de enfrente, dijo que estaba bien y que no sabía lo ocurrido, le pedí que se tapara los oídos, solo por precaución, procuraria no alzar demasiado la voz, solo lo suficiente para que los barrotes cedieran, pero apenas desprendí un agudo sonido una alarma se encendió y una grabadora se activo.

-Tranquilos, no queremos hacerles daño, cuando el mensaje termine las celdas se abrirán, sigan por el corredor, en el comedor encontraran alimento y una mochila con todo lo que necesitan para huir, háganlo pronto-

El mensaje era para ambos pero solo yo pude oírlo, cuando la grabación termino las puertas se abrieron, la grabación exploto y yo pude salir a encontrarme con Marc, lo abrace fuertemente y le explique lo ocurrido en el camino, tomamos las mochilas y salimos por un viejo escondrijo, al salir la noche de un oscuro intenso causado por las densas nubes nos ofreció protección, anduvimos algunas horas hasta una cueva lejana de la civilización donde pasamos la noche.